viernes, 2 de diciembre de 2011

A un paso del Siglo XXI

PáginaI12 incorpora computadoras con acceso a Internet


Por Diego Martínez y Carlos Rodríguez *

El trabajador presta servicios con “los medios instrumentales que se le provean”, establece la Ley de Contrato de Trabajo (LCT). El mecánico no lleva su caja de herramientas al taller del patrón ni el cocinero sus sartenes al restaurante. En el gremio de prensa, en particular en PáginaI12, nada es tan obvio. El mes pasado, después de años de redactores cargando sus netbooks en la mochila, de excusas antológicas para no invertir, de dos cartas públicas al director, PáginaI12 comenzó a instalar computadoras con acceso a la web en todos los puestos de trabajo.

La Nación, Clarín y Perfil completaron hace una década la instalación de Internet. Ambito Financiero fue el último diario en garantizar el servicio en 2003. PáginaI12 optó por instalar un puñado de máquinas de uso colectivo y mantener su red con DOS que sólo permite acceder a cables de agencias. La respuesta de algunos periodistas, a medida que los precios de las netbooks bajaron, fue aportar la herramienta de trabajo. Los redactores que se incorporaban, superado el asombro, también comenzaron a cargar con sus maquinas.

La obligación genérica de los trabajadores respecto de su empleador es poner a su disposición la fuerza de trabajo, que no incluye la obligación de utilizar herramientas propias”, explica el abogado Luis Campos, investigador del Observatorio del Derecho Social de la CTA. El artículo 84 de la LCT señala que las tareas deben adecuarse “a los medios instrumentales que se le provean”, señala. “Como principio general, los medios instrumentales son provistos por el empleador. Es posible que en algunas profesiones los trabajadores deban utilizar herramientas de su propiedad, pero estos casos habitualmente están previstos en el convenio colectivo y se paga un plus salarial por dicha utilización”, agrega.

Sin convenio desde 1975, sin gremio a la vista, PáginaI12 decidió resistir al reclamo de instalar una herramienta elemental para una redacción del Siglo XXI y no pagar ningún plus a sus redactores por aportarla. El malestar fue in crescendo, hasta que en 2008 se instaló en las asambleas. Las cifras de ingresos por publicidad oficial, entonces públicas, aumentaban la indignación: con una inversión equivalente a dos días de pauta del gobierno nacional se solucionaba el problema. Los pedidos canalizados por la Comisión Interna chocaban con negativas de antología: “ustedes rompen todo”, “Internet no es tan necesaria”, “el DOS nos da grandes satisfacciones”.

En junio de 2009 se incluyó por primera vez el reclamo de “renovación de tecnologías obsoletas” y “compra de computadoras con acceso a Internet” en una carta a los lectores. El tema se conversó en asambleas pero no se logró consensuar más que repudios a la negativa de invertir.Con sus 80 computadoras, en su gran mayoría prehistóricas, se parece más a un museo de técnica que a la redacción de prensa de un diario de nivel nacional”, ironizaron periodistas alemanes. (Junge Welt, 11.8.10)

En octubre de 2010 los trabajadores le enviamos la primera carta al director Ernesto Tiffenberg. Destacamos que “incluso pasantes que cobran 1400 pesos” trabajaban con sus netbooks, criticamos que “la empresa se desentiende de la inversión y de los riesgos”, y recodamos que “algunos escribimos desde nuestros hogares, fuera del horario de trabajo, para evitar la pérdida de tiempo que implica esperar turno en el puñado de máquinas de uso colectivo”. La carta se difundió dos semanas después, sin haber recibido respuesta.

El absurdo naturalizado trascendió con fuerza cuando dos ladrones le robaron la computadora a un pasante a metros del diario. Pese a que el artículo 76 de la LCT prevé la situación (“el empleador deberá reintegrar al trabajador los gastos suplidos por éste para el cumplimiento adecuado del trabajo, y resarcirlo de los daños sufridos en sus bienes por el hecho y en ocasión del mismo”), un gerente informó la negativa patronal a restituirla. Peor aún, comparó con un auto la herramienta de trabajo que el periodista pagaba de su bolsillo. Para exigir que la empresa repusiera la máquina, desde la asamblea se decidió no firmar notas durante una semana y dejar de aportar nuestras netbooks, medidas que se concretaron con un acatamiento casi unánime.

Un solo diario sin firmas, el 1º de diciembre de 2010, sirvió para que la empresa diera marcha atrás y restituyera la computadora robada, y para que Tiffenberg acusara recibo de la carta recibida cuarenta días antes. El director informó a la Comisión Interna “la decisión de avanzar en la renovación tecnológica” instalando máquinas “con sistema mixto” Linux/DOS. Ante la falta de certezas sobre los plazos del compromiso, se analizó la posibilidad de no llevar más las máquinas, propuesta que se desestimó para respetar planteos sobre la primacía de “la libertad individual” frente a medidas consensuadas por el colectivo. 2010 concluyó con la promesa de Tiffenberg, a mediados de diciembre, de instalar el “sistema mixto” antes de fin de año a los editores, que no participaban de la vida gremial.

La primera computadora “mixta” llegó el 7 de enero de 2011. Los compañeros apiñados detrás del editor Alfredo Zaiat vieron cómo apretando tres teclas se pasaba de la web al DOS. El verano transcurrió sin actividad gremial, que se retomó para tratar la recomposición salarial. En marzo la asamblea decidió informar a los lectores el incumplimiento de la promesa de avanzar con los editores. “Repudiamos la negativa a realizar una inversión mínima y reiteramos el pedido, con la esperanza de que se ponga fin al absurdo de tener que aportar a nuestra costa instrumentos de trabajo que debería garantizar la empresa”, escribimos. En los tres meses siguientes, mientras se discutían salarios, se elegían delegados paritarios y se organizaba la elección de la Comisión Interna, la empresa instaló cuatro máquinas, sólo para jefes de secciones.

El 14 de septiembre, en la primera reunión de la renovada Comisión Interna con la empresa, advertimos a los gerentes que los trabajadores no estábamos dispuestos a seguir solucionando el problema con nuestras notebooks. “Nadie los obliga, no las traigan. Y si no quieren tampoco traigan celulares”, fue la respuesta del gerente de personal, que generó un rechazo unánime de la asamblea.

Ante otra difusa promesa de avanzar “de aquí a fin de año” con el “sistema mixto” sólo para los sub-editores, la asamblea decidió no firmar el diario del 6 de octubre, retirar las firmas una vez por semana hasta que se garantizara una solución, y difundir la segunda carta a Tiffenberg. “Esta situación de precariedad se produce paradójicamente en un diario que destaca desde sus páginas la importancia de la modernización tecnológica, que aprueba la política oficial en la materia y que históricamente ha criticado al empresariado por no reinvertir sus ganancias para brindar condiciones dignas de trabajo”, destacamos a un año de la primera carta. “La ostensible falta de inversión en tecnología tiene lugar en un contexto político altamente favorable para la empresa, con un flujo de publicidad oficial creciente desde hace ocho años”, agregamos.

Días después, la respuesta incluyó por primera vez a todos los trabajadores. El director del diario se comprometió a garantizar la instalación de “dos o tres máquinas mixtas por semana” hasta cubrir todos los puestos de trabajo. Una nota de Barcelona terminó de convencer a la empresa. “Dueños de PáginaI12 sostienen que la millonaria pauta oficial sólo alcanzó para poner Internet en sus yates, pero no en la redacción”, tituló el semanario el viernes 14 de octubre. Tres días después la empresa compró cuarenta computadoras, que ya comenzaron a instalarse. De cumplirse el compromiso de Tiffenberg, para marzo de 2012 todos los redactores de PáginaI12 trabajaremos con Internet sin tener que hacer colas.

* Periodistas. Miembros de la Comisión Interna de PáginaI12. Publicado en el boletín del Colectivo de Trabajadores de Prensa (CTP).

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